Wednesday, October 26, 2011

LIMITES Y DISCIPLINA EN EL HOGAR


              

        Criar un niño (a) de 12-24 meses es un reto grandísimo. Los padres queremos hacer el mejor trabajo posible pero a veces luchamos contra nuestras propias dudas. Está bien, es algo muy natural. Un niño puede traer mucha alegría, pero a la vez mucha frustración. El bebé cariñoso de hace unos meses se ha convertido en un pequeño científico al cuál le fascina explorar, y a la vez puede trepar, alcanzar, tocar, caerse o tumbar cosas. Nuestra comprensión, flexibilidad, y paciencia serán probadas.
         Los años cuando los niños comienzan a caminar son el momento ideal para empezar a introducir valores, razonamientos e incentivos, de tal manera que ellos aprendan las reglas de comportamiento aceptadas. Es importante que los padres sean coherentes tanto al modelar un comportamiento (comportarse en la forma como se quiere que el niño se comporte) como al abordar un comportamiento inapropiado versus uno apropiado en el niño. El comportamiento positivo debe recibir reconocimiento y recompensa. Se puede introducir la suspensión para cualquier comportamiento negativo o que exceda los límites establecidos.
        La palabra favorita de los niños de esta edad pareciera ser "¡NO!", por lo que es importante que los padres no caigan en el juego del patrón de comportamiento negativo con gritos, palizas o amenazas.

El trabajo del bebé será probar el límite del poder de los padres y las reglas establecidas por la familia. Hay que ser firme pero amoroso y no rendirse a cada deseo de su hijo/a. Al reaccionar con calma a su comportamiento, estaremos actuando apropiadamente, y estaremos en el camino para formar una relación de respeto mutuo. Nuestro hijo/a aprenderá que a pesar de que se le valora, se le quiere y sus necesidades son importantes, a la familia entera también se le valora como tal y se le quiere por igual”.

    Es muy importante la forma cuando nos vamos a conducir cuando estamos reprimiendo alguna conducta inadecuada. He aquí unas sugerencias a considerar:
  • ·         MANTENER SIEMPRE, ANTE TODO LA CALMA: Puede que tengamos que contar hasta 10 ó hasta 100 antes de actuar. Si eso no funciona, trataremos de poner al niño/a en un lugar seguro, como un corral, silla  o lugar de castigo. Le diremos con palabras sencillas la razón por la cual está allí
  •     Puede que el niño llore o se muestre triste porque a pesar de que se puede mover libremente, no podrá estar cerca de usted. Luego de 10  a 20 minutos, quite la barrera y dígale que ya puede volver a estar con usted en el resto de la casa, pero que si continúa su comportamiento inaceptable, usará de nuevo el portón o barrera 
  • Tratar de dirigir la atención del niño/a a otra actividad que sea más apropiada.
·         Una táctica que se puede usar en situaciones poco trascendentes es: dándole opciones a nuestro pequeño/a. Según él/ella vaya desarrollando su independencia, le iremos dando la oportunidad de tomar decisiones que contribuyan a su desarrollo. Por ejemplo "¿Quieres usar tu camisa amarilla o la verde?
·         En cambio, cuando es importante que  nuestro hijo/a haga algo, no le formularemos pregunta alguna, no le daremos opciones. Le diremos por ejemplo "Es hora de dormir."

Por último, quiérase usted mismo como un padre o una madre, cuál sea su caso. No se castigue por reaccionar exageradamente con su chiquillo(a). Nadie es perfecto. Tómese tiempo libre sólo para usted. Respétese a usted mismo y de vez en cuando dese sus propios gustos. Cuando comience a sentir resentimiento hacia su niño, es tiempo de tomarse un descanso. Debe haber un balance en su vida. Sobre todo, no tenga miedo en pedir ayuda. Si es una madre o un padre soltero, pídales ayuda a sus familiares, amigos o vecinos. No trate de hacerlo solo, es casi imposible. Recuerde, dese mucho amor y cariño, a usted y a su pequeño.


LIMITES:

       La falta de límites es vivida como abandono. Cuando los limites en el hogar son muy laxos, poco consistentes e incoherentes, sometemos a nuestro hijo a un panorama incierto, imprevisible y angustioso, pues no sabe que esperar.
     La rutina diaria, inductora de hábitos provechosos, cuando no es exagerada ni obsesiva, da al niño tranquilidad. La rutina es una forma de disciplina. La mayoría de los niños crean sus propias rutinas y rituales para ir a dormir, a bañarse, etc., la cual le permite controlar sus propias ansiedades.
      Así como la laxitud crea angustia y sentimiento de abandono, la rigidez en la rutina implica control y puede convertir la vida hogareña en un campo de batalla..
     En un desarrollo sano, el niño tratado con amor y coherencia, a medida que va madurando adquiere la capacidad de autocontrol con el fin de no dañar a aquellos que ama, Así poco a poco, cuida de no morder el pecho que lo alimenta: a los 2 años logra mantenerse limpio sin pañales; hasta las famosas rabietas que se inician a los 2 años y suelen durar a veces hasta pasados los cuatro años, logran ser superadas con esfuerzo, autocontrol y maduración, para dar paso al uso del lenguaje para expresar sentimientos de rabia o molestia.
      Nada de esto sucede mágicamente. Si bien la maduración neurofisiológica y psicológica tienen parte importante en ello, es la actitud de los padres la que va a hacer la diferencia.
     Las rabietas es uno de los signos que delatan que se están haciendo humanos, conocen su mente y están intentando tomar sus propias decisiones.
     A los 2 años, es capaz de fabricar emociones con las que sabe que conseguirá lo que quiera (manipulación). Es capaz de reaccionar ante los sentimientos, pueden imaginarse lo que sienten lo demás. Comienzan a aprender el mundo adulto, de los premios y los castigos.
    A los 3 años dominan todas las técnicas para entablar una amistad. Cuando los padres se hacen cargo de las rabietas de su hijo, cargándolo o dejándolo tranquilo para que se calme, muestran con su actitud madura y cariñosa, un modelo de continencia.
      Si la rabieta del niño despierta el desespero de los padres probablemente el niño nunca aprenderá a superarla, y esto se transformara en un patrón de comportamiento.
       El NO que con tanta frecuencia emite el niño alrededor de su segundo cumpleaños, tan molesto para los padres a veces, es una forma de límite que surge del niño hacia su entorno. Lo produce la necesidad de afirmar su propio poder adquirido: de ser él quien tome sus decisiones. El  “no” le da tiempo para pensara lo que quiere hacer. Le es necesario para separarse de su madre. Poco a poco los “no” irán disminuyendo de frecuencia. Es similar al negativismo de los adolescentes usado para establecer su propia identidad.

  SOBREPROTECCION:

      Cuando la relación es demasiado amorosa, portarse mal y poner al padre  de mal humor es la única forma de separarse. Cuando complacemos todos sus requerimientos y nuestros hijos no conocen la palabra NO de nuestra boca, se convierten en seres inseguros y muy difíciles de controlar.
Rasgos de padres sobre-protectores
• Proporcionan a su hijo una vida fácil y cómoda.
• Quitan todo sufrimiento y dolor de su camino.
• Realizan comentarios llenos de compasión en   presencia del hijo.
     A diferencia  de lo que se pueda creer, el niño necesita que sus padres les pongan límites para sentirse seguro y amado. Cuando los padres no ponen estos límites, el niño se ve obligado a portarse mal como una forma de buscar ese límite.
      Entonces, ¿Qué podemos hacer para ayudar a formar en nuestro hijo hábitos que conduzcan a una personalidad optimista y segura?
·         Ser coherentes con los límites y disciplina e imponerlos de manera firme pero cariñosa.
·         Lo que no es aceptado hoy tampoco lo es mañana.
·         Limites acordes a la edad


PREMIOS Y CASTIGOS:

·         El castigo debe ser inmediato a la acción. Corto u proporcionado.
·         Comunicar con claridad a nuestro hijo lo que pretendemos decirle
·         No perder la compostura ni  demostrar enojo.
·         Enfocar un asunto a la vez.
·         Los padres deben ponerse de acuerdo con los métodos disciplinarios y, si no lo logran respetar lo que cada uno le dice al niño.
·         Los padres no deben jamás usar a los niños en sus peleas.
·         Ajustar los límites y reglas con el paso de la edad del hijo.
     Usar un método eficaz (Ejemplo: el método premio-castigo no permite adquirir responsabilidades sobre sus acciones) como el de las consecuencias naturales, que permite al niño adquirir criterio y responsabilidades, evitando las guerras de poder. Este  método se basa en que cada acción tiene una consecuencia.
      Por ejemplo: hace frió en la calle, ante la negativa de nuestro hijo de ponerse el abrigo para salir, podemos amenazarlo (premio-castigo) y pelearnos, o podemos dejarlo salir sin abrigo y que se dé cuenta de que hace frió, por lo que regresara a ponérselo. Si le permitimos tomar decisiones equivocadas y corregirlas, probablemente aprenderá de las consecuencias de estas y ello lo ayudara a ser responsable e independiente por encima de una acción en particular
Objetivos:
Fomentar la obediencia
El niño comienza una vida más abierta, sociable y empiezan  influencias externas a las de su familia. La ansiedad de  ejercer este nuevo sentimiento de  libertad obliga a los padres a orientar a su hijo sobre cómo actuar en determinadas situaciones.
En esta etapa, el niño desea hacer valer su nueva  independencia.  Frecuentemente, cuestiona las órdenes de sus padres aunque, por su bien, debe aprender a acatarlas a través del sentido de la obediencia El ejercicio de la obediencia enriquece la personalidad del niño pues que lo obliga a pensar, a elegir y a ejecutar libremente.
El hecho de que elija obedecer le da seguridad y lo convierte en dueño de sus actos.
Claves para tener en cuenta
Hable a su hijo mirándolo a los ojos: refleja la firmeza que hay detrás de la orden.
• Si con el contacto visual no logró  llamar su atención, recurra al contacto físico: una mano en el hombro y una mirada serán más que suficientes.
• No pida algo ni de una orden gritando: a la larga denota descontrol e inseguridad por parte de quien manda.
• Evite discutir de igual a igual las órdenes con su hijo. Es imprescindible no ceder frente a sus presiones: llanto, quejas, gritos, golpes en la mesa.
Hable siempre en tono firme, pero calmo.
• Procure que sus órdenes no sean fruto de un capricho personal: “Es hora de apagar la televisión (porque quiero ver yo)” porque eso lo  desautorizara para futuras indicaciones.
No agobie a su hijo con múltiples indicaciones: “Cállate”. “Déjanos hablar”. “Siéntate bien”. “Come con la boca cerrada”. “Pide por favor”.
No repita varias veces la misma orden por que es síntoma de debilidad y un camino seguro hacia la pérdida de autoridad.
Evite desautorizaciones entre los padres.
• No conviene dar indicaciones en forma de pregunta: “Cuántas veces te he dicho que ordenes tu cuarto?” Las preguntas no transmiten claramente lo que se espera de los hijos sino que manifiestan falta de convicción, debilidad o inseguridad por parte de quien las hace.
Los castigos se relacionan con  cumplimiento o no de una regla.
En esta etapa se llega el sentido y la necesidad de ajustarse a las normas porque si niño descubre que respetarlas por  el sentido de la justicia, de la lealtad, del orden, del derecho y de deber.
En educación se requiere un gran sentido del humor y tendencia a desdramatizar. Se debe corregir y aconsejar con gracia, sin hacer tragedias, dejando entrever cariño. Nunca es conveniente castigar en medio de un enfado o bajo los efectos de la ira  o excitación nerviosa.
Conviene tomarse unos minutos de reflexión y de calma con uno mismo para corregir con amor, firmeza y paciencia  pedagógica. Las explosiones de ira son siempre negativas.
Los consejos tienen fuerza ganando en el  corazón del niño: no basta solo  con el prestigio de los padres, con  respeto y a disciplina, hay que saber ganarse el afecto y la simpatía de cada hijo.
¿Cómo hacerlo?
Antes de castigar o de juzgar escuche a su hijo. El niño tendrá oportunidad para contar lo que ocurrió, podrá decir la verdad y así un  castigo —será más  justo a sus ojos— tendrá mayor efecto.
• Procure que los castigos que le imponga a su hijo sean proporcionales a la falta cometida y no al grado de irritación o enfado que haya provocado en casa.
Si miente, habrá que descubrirlo  en privado, pero si dice la verdad arriesgándose a ser castigado, habrá que valorarlo y hacérselo saber.
Una vez llegado el  momento de reprender, evite el castigo psíquico. En frecuentes consultas psicológicas y pedagógicas se escucha, de labios de propio niño  castigado que lo que más le hiere es que su padre o su madre repitan un día tras otro, lo mal hijo que es y la vergüenza que sienten de haberlos traído al mundo.
JAMAS es recomendable el castigo físico porque:
• La relación padres e hijo queda en un lamentable estado. El rechazo afectivo, la acumulación de rabia y frustración es mayor. Además los problemas se agravan sin encontrar solución.
• Sus efectos duran muy poco: el niño cesa su conducta pero no tarda en repetirla.
• Puede desencadenar accidentes y heridas graves (quemaduras, fracturas).

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