Criar
un niño (a) de 12-24 meses es un reto grandísimo. Los padres queremos hacer
el mejor trabajo posible pero a veces luchamos contra nuestras propias dudas.
Está bien, es algo muy natural. Un niño puede traer mucha alegría, pero a la
vez mucha frustración. El bebé cariñoso de hace unos meses se ha convertido en
un pequeño científico al cuál le fascina explorar, y a la vez puede trepar,
alcanzar, tocar, caerse o tumbar cosas. Nuestra
comprensión, flexibilidad, y paciencia serán probadas.
Los años cuando los niños comienzan a
caminar son el momento ideal para empezar a introducir valores, razonamientos e
incentivos, de tal manera que ellos aprendan las reglas de comportamiento
aceptadas. Es importante que los padres sean coherentes tanto al modelar un
comportamiento (comportarse en la forma como se quiere que el niño se comporte)
como al abordar un comportamiento inapropiado versus uno apropiado en el niño. El comportamiento positivo debe recibir
reconocimiento y recompensa. Se puede introducir la suspensión para cualquier
comportamiento negativo o que exceda los límites establecidos.
La palabra favorita de los niños de
esta edad pareciera ser "¡NO!", por lo que es importante que los padres
no caigan en el juego del patrón de comportamiento negativo con gritos, palizas
o amenazas.
“El trabajo
del bebé será probar el límite del poder de los padres y las reglas
establecidas por la familia. Hay que ser firme pero amoroso y no rendirse a
cada deseo de su hijo/a. Al reaccionar con calma a su comportamiento, estaremos
actuando apropiadamente, y estaremos en el camino para formar una relación de
respeto mutuo. Nuestro hijo/a aprenderá que a pesar de que se le valora, se le
quiere y sus necesidades son importantes, a la familia entera también se le
valora como tal y se le quiere por igual”.
Es muy
importante la forma cuando nos vamos a conducir cuando estamos reprimiendo
alguna conducta inadecuada. He aquí unas sugerencias a considerar:
- · MANTENER SIEMPRE, ANTE TODO LA CALMA: Puede que tengamos que contar hasta 10 ó hasta 100 antes de actuar. Si eso no funciona, trataremos de poner al niño/a en un lugar seguro, como un corral, silla o lugar de castigo. Le diremos con palabras sencillas la razón por la cual está allí
- Puede que el niño llore o se muestre triste porque a pesar de que se puede mover libremente, no podrá estar cerca de usted. Luego de 10 a 20 minutos, quite la barrera y dígale que ya puede volver a estar con usted en el resto de la casa, pero que si continúa su comportamiento inaceptable, usará de nuevo el portón o barrera
- Tratar de dirigir la atención del niño/a a otra actividad que sea más apropiada.
·
Una
táctica que se puede usar en situaciones poco trascendentes es: dándole opciones a nuestro pequeño/a.
Según él/ella vaya desarrollando su independencia, le iremos dando la
oportunidad de tomar decisiones que contribuyan a su desarrollo. Por ejemplo
"¿Quieres usar tu camisa amarilla o la verde?
·
En cambio, cuando es importante que nuestro hijo/a haga algo, no le formularemos
pregunta alguna, no le daremos opciones. Le diremos por ejemplo "Es hora de dormir."
Por último, quiérase usted mismo como un padre o una
madre, cuál sea su caso. No se castigue por reaccionar exageradamente con su
chiquillo(a). Nadie es perfecto. Tómese tiempo libre sólo para usted. Respétese
a usted mismo y de vez en cuando dese sus propios gustos. Cuando comience a
sentir resentimiento hacia su niño, es tiempo de tomarse un descanso. Debe
haber un balance en su vida. Sobre todo, no tenga miedo en pedir ayuda. Si es
una madre o un padre soltero, pídales ayuda a sus familiares, amigos o vecinos.
No trate de hacerlo solo, es casi imposible. Recuerde, dese mucho amor y
cariño, a usted y a su pequeño.
LIMITES:
La falta de límites es vivida como
abandono. Cuando los limites en el hogar son muy laxos, poco consistentes e
incoherentes, sometemos a nuestro hijo a un panorama incierto, imprevisible y
angustioso, pues no sabe que esperar.
La
rutina diaria, inductora de hábitos provechosos, cuando no es exagerada ni
obsesiva, da al niño tranquilidad. La rutina es una forma de disciplina. La
mayoría de los niños crean sus propias rutinas y rituales para ir a dormir, a
bañarse, etc., la cual le permite controlar sus propias ansiedades.
Así como la laxitud crea angustia y sentimiento de abandono, la rigidez
en la rutina implica control y puede convertir la vida hogareña en un campo de
batalla..
En un desarrollo sano, el niño tratado con amor y coherencia, a medida
que va madurando adquiere la capacidad de autocontrol con el fin de no dañar a
aquellos que ama, Así poco a poco,
cuida de no morder el pecho que lo alimenta: a los 2 años logra mantenerse
limpio sin pañales; hasta las famosas rabietas que se inician a los 2 años y
suelen durar a veces hasta pasados los cuatro años, logran ser superadas con
esfuerzo, autocontrol y maduración, para dar paso al uso del lenguaje para
expresar sentimientos de rabia o molestia.
Nada de esto sucede mágicamente. Si bien
la maduración neurofisiológica y psicológica tienen parte importante en ello,
es la actitud de los padres la que va a hacer la diferencia.
Las
rabietas es uno de los signos que delatan que se están haciendo humanos,
conocen su mente y están intentando tomar sus propias decisiones.
A los 2 años, es capaz de fabricar
emociones con las que sabe que conseguirá lo que quiera (manipulación). Es capaz de reaccionar ante los sentimientos,
pueden imaginarse lo que sienten lo demás. Comienzan a aprender el mundo
adulto, de los premios y los castigos.
A los 3 años dominan todas las técnicas
para entablar una amistad. Cuando los padres se hacen cargo de las rabietas de
su hijo, cargándolo o dejándolo tranquilo para que se calme, muestran con su
actitud madura y cariñosa, un modelo de continencia.
Si la rabieta del niño despierta el desespero de los padres
probablemente el niño nunca aprenderá a superarla, y esto se transformara en un
patrón de comportamiento.
El
NO que con tanta frecuencia emite el niño alrededor de su segundo cumpleaños,
tan molesto para los padres a veces, es una forma de límite que surge del niño
hacia su entorno. Lo produce la necesidad de afirmar su propio poder
adquirido: de ser él quien tome sus decisiones. El “no” le da tiempo para pensara lo que quiere
hacer. Le es necesario para separarse de su madre. Poco a poco los “no” irán
disminuyendo de frecuencia. Es similar al negativismo de los adolescentes usado
para establecer su propia identidad.
SOBREPROTECCION:
Cuando
la relación es demasiado amorosa, portarse mal y poner al padre de mal humor es la única forma de separarse. Cuando
complacemos todos sus requerimientos y nuestros hijos no conocen la palabra NO
de nuestra boca, se convierten en seres inseguros y muy difíciles de controlar.
Rasgos de padres sobre-protectores
•
Proporcionan a su hijo una vida fácil y cómoda.
• Quitan
todo sufrimiento y dolor de su camino.
• Realizan
comentarios llenos de compasión en
presencia del hijo.
A diferencia de lo que se pueda
creer, el niño necesita que sus padres les pongan límites para sentirse seguro
y amado. Cuando los padres no ponen estos
límites, el niño se ve obligado a portarse mal como una forma de buscar ese
límite.
Entonces, ¿Qué podemos hacer para ayudar a formar en nuestro hijo hábitos que
conduzcan a una personalidad optimista y segura?
·
Ser
coherentes con los límites y disciplina e imponerlos de manera firme pero
cariñosa.
·
Lo que no
es aceptado hoy tampoco lo es mañana.
·
Limites
acordes a la edad
PREMIOS Y CASTIGOS:
·
El castigo debe ser inmediato a la acción. Corto u proporcionado.
·
Comunicar con claridad a nuestro hijo lo que pretendemos
decirle
·
No perder la compostura ni demostrar enojo.
·
Enfocar un
asunto a la vez.
·
Los padres
deben ponerse de acuerdo con los métodos disciplinarios y, si no lo logran
respetar lo que cada uno le dice al niño.
·
Los padres
no deben jamás usar a los niños en
sus peleas.
·
Ajustar los límites y reglas con el paso de la edad del
hijo.
Usar un método eficaz (Ejemplo: el método premio-castigo no permite
adquirir responsabilidades sobre sus acciones) como el de las consecuencias
naturales, que permite al niño adquirir criterio y responsabilidades, evitando
las guerras de poder. Este método se
basa en que cada acción tiene una consecuencia.
Por ejemplo: hace frió en la calle, ante
la negativa de nuestro hijo de ponerse el abrigo para salir, podemos amenazarlo
(premio-castigo) y pelearnos, o podemos dejarlo salir sin abrigo y que se dé
cuenta de que hace frió, por lo que regresara a ponérselo. Si le permitimos
tomar decisiones equivocadas y corregirlas, probablemente aprenderá de las
consecuencias de estas y ello lo ayudara a ser responsable e independiente por
encima de una acción en particular
Objetivos:
Fomentar la obediencia
El niño
comienza una vida más abierta, sociable y empiezan influencias externas a las de su familia. La
ansiedad de ejercer este nuevo
sentimiento de libertad obliga a los padres
a orientar a su hijo sobre cómo actuar en determinadas situaciones.
En esta
etapa, el niño desea hacer valer su nueva
independencia. Frecuentemente, cuestiona las órdenes de
sus padres aunque, por su bien, debe aprender a acatarlas a través del sentido
de la obediencia El ejercicio de la obediencia enriquece la personalidad del
niño pues que lo obliga a pensar, a elegir y a ejecutar libremente.
El hecho de que elija obedecer le da
seguridad y lo convierte en dueño de sus actos.
Claves para tener en cuenta
• Hable a su hijo mirándolo a los ojos:
refleja la firmeza que hay detrás de la orden.
• Si con
el contacto visual no logró llamar su
atención, recurra al contacto físico:
una mano en el hombro y una mirada serán más que suficientes.
• No pida
algo ni de una orden gritando: a la
larga denota descontrol e inseguridad por parte de quien manda.
• Evite discutir de igual a igual las
órdenes con su hijo. Es
imprescindible no ceder frente a sus presiones: llanto, quejas, gritos, golpes
en la mesa.
• Hable siempre en tono firme, pero calmo.
• Procure
que sus órdenes no sean fruto de un capricho personal: “Es hora de apagar la
televisión (porque quiero ver yo)” porque eso lo desautorizara para futuras indicaciones.
• No agobie a su hijo con múltiples
indicaciones: “Cállate”. “Déjanos hablar”. “Siéntate bien”. “Come con la
boca cerrada”. “Pide por favor”.
• No repita varias veces la misma orden
por que es síntoma de debilidad y un camino seguro hacia la pérdida de
autoridad.
• Evite desautorizaciones entre los padres.
• No
conviene dar indicaciones en forma de pregunta: “Cuántas veces te he dicho que
ordenes tu cuarto?” Las preguntas no transmiten claramente lo que se espera de
los hijos sino que manifiestan falta de convicción, debilidad o inseguridad por
parte de quien las hace.
Los
castigos se relacionan con cumplimiento
o no de una regla.
En esta
etapa se llega el sentido y la necesidad de ajustarse a las normas porque si
niño descubre que respetarlas por el
sentido de la justicia, de la lealtad, del orden, del derecho y de deber.
En
educación se requiere un gran sentido del humor y tendencia a desdramatizar. Se
debe corregir y aconsejar con gracia, sin hacer tragedias, dejando entrever
cariño. Nunca es conveniente castigar en
medio de un enfado o bajo los efectos de la ira
o excitación nerviosa.
Conviene tomarse unos minutos de reflexión
y de calma con uno mismo para corregir con amor, firmeza y paciencia pedagógica. Las explosiones de ira son
siempre negativas.
Los
consejos tienen fuerza ganando en el
corazón del niño: no basta solo
con el prestigio de los padres, con
respeto y a disciplina, hay que saber ganarse el afecto y la simpatía de
cada hijo.
¿Cómo hacerlo?
• Antes de castigar o de juzgar escuche a su
hijo. El niño tendrá oportunidad para contar lo que ocurrió, podrá decir la
verdad y así un castigo —será más justo a sus ojos— tendrá mayor efecto.
• Procure
que los castigos que le imponga a su hijo
sean proporcionales a la falta cometida y no al grado de irritación o enfado
que haya provocado en casa.
• Si miente, habrá que descubrirlo en privado, pero si dice la verdad arriesgándose
a ser castigado, habrá que valorarlo y hacérselo saber.
Una vez llegado el momento de reprender, evite el castigo
psíquico. En frecuentes consultas psicológicas y
pedagógicas se escucha, de labios de propio niño castigado que lo que más le hiere es que su
padre o su madre repitan un día tras otro, lo mal hijo que es y la vergüenza
que sienten de haberlos traído al mundo.
JAMAS es recomendable el castigo físico porque:
• La
relación padres e hijo queda en un lamentable estado. El rechazo afectivo, la
acumulación de rabia y frustración es mayor. Además los problemas se agravan
sin encontrar solución.
• Sus
efectos duran muy poco: el niño cesa su conducta pero no tarda en repetirla.
• Puede
desencadenar accidentes y heridas graves (quemaduras, fracturas).